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El 2015 yo (Mela) estaba volviendo a Chile después de 7 años viviendo en Perú y Ecuador, llena de búsquedas de cómo poder dar lo mejor de mí al mundo. Entre experiencias de servicio, espirituales, y de conocer mucha gente maravillosa que fue marcando mi camino, no terminaba de encontrar qué era ESO que realmente quería que fuera mi aporte a la humanidad. A mi vuelta, aún desorientada en qué es lo que quería hacer, se dio la oportunidad de entrar a trabajar en un colegio en la zona sur de Santiago (soy profesora), a coordinar los proyectos sociales y de encuentro de la comunidad.
Al poco tiempo, y por esas cosas de la vida, llegó la Cata a hacer equipo conmigo, nutriendo desde su expertis que es la psicología, todo el trabajo que hacíamos. Ella venía saliendo de un cáncer que había llegado a revolucionar su vida y sus planes. Ambas estábamos en búsqueda, inquietas, y con muchas ganas de aportar al mundo. Nos encontramos y conectamos. Con el paso del tiempo, y de muchas experiencias que vivíamos junto a la comunidad, nos dimos cuenta de que había fibras interiores que vibraban con las mismas cosas… tanto, que en algún momento ya fue evidente que queríamos seguir trabajando juntas para siempre en algo que nos hiciera sentido y con lo que nuestros corazones siguieran vibrando como lo hacían.